Entrada a París

A la Luna y a mí nos escrituraron el cielo. Dejamos los puentes con sus brujas y chocolates, y fuimos tras él. Verás te cuento cómo fue aquello. El sol estaba redondo, tras una capa de cielo que lo adelgazaba un poco y nos calentaba con dulzura. Luego y sin que lo viéramos venir, aparecieron caminos: anchos, angostos, hacia el nor-oriente, sur-occidente, norte y sur; uno, luego dos, luego cuatro, diez y perdimos la cuenta. Una pizarra en degradé azul-violeta-naranja era lo que ahora se oponía entre nosotras y las estrellas. Los árboles y modernos molinos de viento huían tras nosotras como delincuentes. Así nos encontrábamos la Luna y yo, atoradas con el je ne comprends rien de camino a París para hostigarla al final de los días. 

En algún lugar entre Bruselas y París - Octubre de 2016

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