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Ayer abrí la caja.
La noté severamente llena.
En poco tiempo habrá que buscar una nueva,
una más grande. O hacer un hueco en la tierra,
como el de La Tumba de los Hermanos Grimm.
Con suerte lograré que amanezca antes de que se llene de nuevo,
y de esa forma, el demonio no pueda llevarse mi alma.
Aunque seamos justos, en cualquier caso no podría llevársela,
porque las almas, contrario a los dioses, no son omnipresentes.
Lo sabe mi vecino. El que vio cuando lanzamos la caja anterior.
Y es que ya es hora de que las cajas conecten sus fondos con agujeros negros.
Esta vez la abrí para guardar siete palabras nuevas:
"Ahi (sic) voy, quieres que te lleve algo?".
Las encontré en el libro que dejaste.
Tuve que doblarlas e introducirlas a la fuerza,
no sea que rebotaran como "juntos" que la otra noche por poco me deja sin voz.

Las Tullerías - París




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