Por el camino de Swann

Este año ha sido de pocas palabras, menos que las del pasado en los mismos meses. El silencio y la resignación en primerísimo plano. Me cuestan el silencio y la resignación, más la segunda que el primero. Miro con celo mis pies para estar segura de que no se están formando nuevos grilletes. «Eres muy afortunada», me dice CM, pero yo no sé si lo que quiero es la fortuna. «Tenés que mirar para abajo también», y yo no sé si lo que quiero es mirar para algún lado distinto a mí misma. Tengo treinta y uno —y contando— y ya no estoy segura de nada. Las convicciones han enmohecido y vencido y caducado. Lo demás va bien ¡qué fortuna!, de las de CM. Y también está A. 

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