Cuando duele el cuerpo

Cuando me duele algo, me duelen también las rodillas. Mi vecina del tercer piso tiene el mismo problema. A veces subimos al tiempo, una después de la otra tomadas del pasamanos con las dos manos, la de atrás mirando ocasionalmente a la otra no sea que la pise. Nuestro único tema desde que nos conocimos, el avance o retroceso del dolor:  

—Hoy me estuvo doliendo más la  izquierda.
—Así es, siempre duele más una. Imagínate que la semana pasado estuve lo más de bien, pude bajar las escalas de frente.
—Otra vez abandoné la fisioterapia, no sé si lo lograré algún día.
—No quiero una cirugía.
—No, yo tampoco, una rehabilitación debe ser peor.
—Pero es que mirá cómo se siente, parece un saco de maíz.

Es una mujer de figura estilizada, cabello a los hombros, castaño medio, los ojos claros y de madurez tal que me sugiere unos cincuenta años. Su esposo siempre se le adelanta un poco con las manos cargadas para que ella pueda llevar las suyas libres. Abre la puerta y la invita a seguir. Yo continúo mi camino al cuarto piso y me quedo pensando en mis rodillas a su edad.


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