Cartas a M: una habitación propia

Mi cuarto: no es especialmente grande: una cama y frente a ella una cómoda. Cuando me despierto, a menudo sucede por la luz que entra a través de mi ventana y porque los loros madrugan a hacer fiesta. Me giro a la izquierda y ahí está el cielo. Unos días gris, otros especialmente inspirador y otros tan normal, como hoy.

Mi vista más baja son unos árboles hermosos, entre ellos el tulipán africano del que ya le he hablado. Hay otros: algunos frondosos, otros delgados y más altos, de distintas tonalidades de verde, hojas alargadas, un par con hojas brillantes como las de el limón, palmeras y algunos con las ramas expuestas como si vivieran en un eterno otoño. Hay uno especialmente naranja por estos días, no sé si exista algo tal como un guayacán naranja, si lo hay, debería ser uno de esos. En la ladera, un árbol que en la distancia uno podría pensar que es un pino, ya lo he husmeado y no. Esos arbolitos acordonan la vía que bajo ellos yace y que por suerte no tengo que ver. Cuando me pasé  a esta unidad, lamenté mucho no haber logrado un apartamento de los que tienen detrás la zona más verde de la unidad, creo que pocas en este sector todavía tienen algo así, es un lugar al que no llegan los sonidos de los carros que a mí sí (tal vez luego te habla de él, del bosquesito como yo le llamo), pero con los meses, empecé a notar que la vista de ellos es corta, queda como en las narices, en cambio esta mía me permite la profundidad de la ladera y la cercanía de los árboles, me empezó a gustar mucho y cada día sucede más.

Hablando de los sonidos, últimamente me he sentido más sensible: la subida y bajada de mi persiana me estalla y ayer pasó que iba en un circular coonatra que me parecía que sufría con la forma de llevarlo de su conductor, estaba especialmente fastidiada con el cambio en el que lo andaba y como frenaba y eso.

Bueno, a lo que iba, mi cuarto. Más allá de los árboles, los edificios de los que también te he hablado. Unos a medio hacer y otros habitados. Un amigo de toda la vida vive en uno de ellos y me contó que esto por acá lo van a llenar de unidades "miedoso".

Vuelvo la vista hacía arriba (de mi cuarto) y pienso en los pendientes. Me angustio un poco y eso que aún no empezamos clases. Veo el atrapasueños que cuelga de la lámpara que tengo conteniendo el bombillo sobre mi cabeza, e intento recordar los sueños de la noche anterior. Pocas veces lo logro, como hoy. A veces atrapo alguno, me emociono y corro por la libreta y un par de lápices y lapiceros.

A mi derecha un closet pequeño. En ésta que es la habitación principal del apartamento, una pareja no podría tener sus cosas juntas allí. Yo sola me quedo corta. De las tiraderas cuelga una bolsa de hilo, de varios tonos de morado con unos muñequitos quitapesares que no recuerdo cuál de mis amigas me regaló, posiblemente Juliana Porras.

Al lado, por la misma pared, un lino. La parte de abajo tiene puerta mientras que los entrepaños superiores no. Allí tengo cajitas de tela y cartón de colores de esas de home center, con la lencería.

En lo que resta de la pared y poco antes de la entrada al baño, incrustado está lo que es como un pequeño perchero, pero de un solo gancho, en un herraje muy bonito. De allí cuelgan los collares.

Es un cuarto minimalista. No hay cuadros ni murales. Aunque no por falta de ganas, sino de tiempo.

Vuelvo la mirada arriba, mitad losa, mitad techo. Siempre pienso en lo que pasaría si colapsara, la parte superior de mi cuerpo se estropearía sin mucha posibilidad, mientras que los pies tendría más esperanzas bajo la madera. No hay como girar la cama, está en una orientación armoniosa, creo que recibiría aprobación del Feng shui, así es que me resigno. Miro la cómoda y recuerdo que debo cambiar las tiraderas para que vayan a juego con lo demás de la habitación.

En el suelo, a la izquierda, la lamparita de las lecturas, El pájaro que da cuerda al mundo y el celular, que recojo para mirar si por algún milagro usted me respondió.

Otra vez no hay respuesta.

Leo algo de lo que le he escrito y siento pudor, pero extrañamente y distinto a lo que ocurre cuando releo mi blog, no me parece que los haya escrito otra. Sigo sintiéndolos míos, es como si le escribiera en presente y en futuro.

Vuelvo la mirada a la ventana y me sorprende lo mucho que le estoy pensando esta mañana. ¿Será que podría enamorarme? ¿así? ¿a punta de miradas y sonrisas? ¿y algunas palabras intercambiadas que atesoro?. Le lanzo esas preguntas al vacío. Me levanto.

Hasta pronto encantador.


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