Eso

No muevas la cabeza de un lado a otro, no lo niegues, no le busques otro nombre, no lo evites más. La noticia es, querida, que te enamoraste. Lo sabes y lo sé. ¿O  cómo deberíamos llamar a eso?

Viste al hombre atravesar la calle, era cualquier otro hombre (te decías). Tu cuerpo te abandonó en el momento en que la conversación insinúo que inevitablemente le verías, ahora le pertenecía, la posición de tus manos, la risa de verdad, la firmeza de tus pies. Lamentaste la falta de preparación del encuentro, el que te hubiera tomado en una versión que no gustas mucho de ti, de poco sueño, cabello mal recogido y ¡tacones!. Hubieras preferido una versión más juvenil, fresca y descomplicada.

Yo lo noté, la luz que se acercó a tu rostro al ritmo que él, como si trajera consigo tu vida de este día, los labios que temblaban como ya lo hacían las manos y el corazón quince minutos antes. Venía de gris, pantalones largos y el cabello justo. Las dos sabemos lo poco atenta que eres, dime si ya empiezas a notarlo, a eso. Podrías dar cuenta exacta de los cruces que hizo, cuando le sorprendiste girando a la derecha, luego a la izquierda, entrar a su casa. Le viste verte, levantar la mano en señal de avistamiento. Casi podrías contar los pasos que dio, que corrió, en el tiempo sucedido desde entonces hasta que estuvo próximo. De nuevo te hiciste aquella observación sobre su estatura.

No le miraste a los ojos, no pudiste, no hubieras soportado esta vez enfrentarte a las preguntas que se devuelven en él, las del porqué, las del qué, las del para qué. Te saltaste tus preguntas y sus ojos. Preferiste sentirle en el abrazo escurridizo y conciso. Elegiste su olor y su piel en la tuya. Entonces ya no importó lo pre ni lo pos, el día imposible que se venía, las pocas horas de sueño, las lecturas a medio hacer, los minutos efímeros y eternos al tiempo, qué podía importar si estabas donde querías estar. Cerraste los ojos.

Ahora no me vengas a decir que eso no es eso. Hagamos un trato. Invítale, a eso, a tu mesita de noche, enciéndele las luces blancas, vérsale sobre tu único tema, bombardéale de tus horas que acaban tan pronto... y por favor, por favor, ahogale en monotonía. Así es como le disuadiremos.


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