Casi siempre me deslizaba hasta el río antes de las seis y nadaba

Pensaba en la matrioska que es el tiempo:

La vida que es una ladera de pendiente transversal tal que demanda serpentear por décadas, di tú, la Lombard Street de San Francisco —no habría manera de mirar al pasado si no hubiera pendiente—. ¿Ascendemos o descendemos? En mi cabeza, cada renglón del zigzag, sin embargo, no se ve tan suavizado como en Lombard Street, es más bien una sucesión de líneas muy rectas que podrían ser, también, cada una, una rayuela en donde cada casilla es un año. La vida: una hebra que se hilvana y que también puede ser una espiral, pero no un círculo.

Luego están los años que tienen la forma de una herradura: entre año y año un salto: la abertura de la U que es la herradura. Como si en cada año, cada diciembre fuera un abismo, el abismo del cambio de un número, el abismo que hay entre un número discreto y otro, que es, como sabes, el infinito.

Pero luego están los días de una semana, que sí son continuos, que no terminan, que no empiezan, que constituyen no un círculo sino una suerte de toroide: ese cuerpo geométrico que es un túnel que se cierra. Pero que no veo como un túnel sino como una corona circular: dos círculos concéntricos. Me visualizo entonces en el plano y no en el espacio.

El otro día veía un documental sobre el infinito y me resultó muy poética —filosófica— esta idealización matemática de que todas las circunferencias que se puedan construir concéntricamente, una dentro de otra, tienen un mismo número de puntos independientemente del diámetro de este: la circunferencia de la tierra tiene el mismo número que el de una moneda y es esta, entonces, la elasticidad del infinito.

Ana María me ha pedido que construya el personaje al que le pasa eso por lo que acudí a su terapia y, por eso, pensaba yo hoy en la matrioska que es la maternidad, pero que es, también, los personajes.  

¿Tiene usted obsesiones de las que tira con un terapeuta? Según sé, no es algo que haría un Tauro. ¿Por qué prefiere hablar que escribir? Otra cosa que olvidé fue el día de su cumpleaños: 13, ¿es 13?

«Aquí hay café para los dos», dice Cepeda.





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