Volver a ser mamá

Igual que tú también me fui a caminar, pero no por las aceras de Medellín sino más bien por las ambivalencias. Hay una que me taladra hace siete años y es la de si quiero volver a ser mamá o no. Antes lloraba en la ducha y se me hacía un hueco profundo como entre el tercer y cuarto chacra de pensar que no tendría más hijos. Considerar ligarme las trompas era una buena razón para darle un aspecto lúgubre al día. En definitiva el instinto materno (lo lleve bien, regular o mal) estaba en la receta con la que el universo me hizo y para el colmo me echó un par de porciones extra. Tendría cinco. Ya no lloro tanto por eso.

Hay días en los que como hoy tengo muy clara la respuesta y es Sí, si volvería a ser mamá. Si el mundo y la vida fueran perfectos en algún punto y si uno pudiera elegir algunas cosas, yo elegiría entre esas tener al menos dos hijos más. 

Con mi clara respuesta vuelvo a las razones por las que , tal vez, no tendría más hijos. Recuerdo cuando empecé a ser conscientes de las cifras de las que yo hacía parte: en Medellín eramos algo así como dos millones de habitantes, en Colombia 44 y en el mundo seis mil millones, ¡toda una cifra!. No se por qué por muchos años se me ocurrió que ese número se mantendría, que las muertes y nacimientos sucedían en un equilibrio deseado. Ahora cada que escucho que ya somos más de siete mil millones en el mundo y que en Colombia del 2000 al 2016 la población pasó de los 40 millones a casi los 50, y veo la abrumadora tasa de aumento, pienso en lo desequilibrante que resulta eso en nuestra relación con el territorio: movernos y habitar es cada vez más difícil y más tóxico. Pienso en lo injusto que es eso con las otras especies y con los otros humanos que ya viven, por ejemplo los niños. Hay momentos en los que me resulta especialmente sofocante la cantidad de personas que ahora nos tenemos que reunir en los mismos espacios. 

Eso solo por nombrar un aspecto, luego pienso en el mal y siento mucho miedo. Ya sabes que no soy de rezos pero sí creo en las fuerzas vivas del universo y en las buenas y malas energías. Todos los días pido que a mi hija no la toque el mal y noto que tener más hijos sería aumentar la probabilidad de que lo que no quiero suceda. No se me ocurre que algo lo pueda dañar más a uno en todos los aspectos del ser, que ese, un hijo lastimado.

Luego pienso en lo que ha sido criar a Ana como madre soltera. Bien el padre ha estado absolutamente amoroso y presente en su vida, eso es algo de lo que no podrá quejarse. Yo soy de lo más mente abierta que te puedas encontrar y lo sabes, nada me escandaliza, creo en las relaciones abiertas, los tríos, los cuartetos, las relaciones swinger, la homosexualidad, en el derecho a estar donde uno quiere estar y a no dejarse intimidar por lo externo, no creo en los sacrificios, y menos en algo así como sacrificarse por un hijo. Pero hay algo que me ha enseñado este camino y es que el otro es por poco vital. Sea otro hombre u otra mujer. Criar entre dos. Lo ideal sería que un niño viviera con sus dos mamás o sus dos papás o su mamá y su papá. Tal vez me contradiga un poco en mi open thinking. Y entonces ahí viene la tercera razón por la que no tendría más hijos. Que no quiero volver a criar sola

Hay motivos que sí no tengo: viajar, desempeñarme profesionalmente, hacer lo que me gusta. Son cosas que aprendí que si uno no hace a la par de maternar es porque se creyó eso de que un hijo es un obstáculo. Yo sí creo que lo es, si no ha sido un hijo deseado profundamente. En todo caso, sobre todo en ese sentido si que conviene criar entre dos.

Voy y vengo en mis disertaciones y una vocecilla chillona me susurra: entonces qué, ¿si tendrías más hijos o no?. A veces pienso que si hay tantos niños naciendo irresponsablemente, tal vez también exista algún tipo de obligación tácita de que nazcan niños responsablemente y que tal vez esos seres humanos amados y formados con tanto empeño puedan ayudar a hacer de este mundo un lugar más equilibrado y sano. No es una garantía. 

Es así como salí a caminar esta madrugada, bajo la lluvia, bajo mis ambivalencias y acompañada por el silencio de una ciudad que duerme, de una ciudad al fin vacía y espaciosa, pero también oscura y fría. Me siento cerca a uno de esos arroyos que se forman sobre el asfalto y pienso que sí, el tema me trae todavía nostalgia. Siento los nueve meses de Ana en mi vientre, en cómo fue gestar vida desde mis adentro por nueve lunas. Supero el tema por hoy y vuelvo al computador a continuar con los deberes. Veo entonces lo que le escribí ayer a Valen: tendré dos hijos más.








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