Por Tepeu y Gucumatz

"La distancia no es un problema. El Problema somos los humanos, que no sabemos amar sin tocar, sin ver o sin escuchar". -Gabriel Garcia Marquez

Que no hay apuro con que yo le quiera, con que me alumbre el alma cada que le pienso, que me salte una sonrisa cuando veo la suya de oreja a oreja y me embobe al mismo nivel que lo hacen mis gatos, que me regocije su existir, que le quiera sin razón y porque sí, que el volver a sus ojos me conmueva incluso al llanto. Que su estatura me parezca perfecta, y tan sexy sus plumas, sus cinco dedos de frente y su pelo de tío.

¡Por Alá! cómo me gusta su risa, encaja perfecta en mi visión y va a juego con su nariz, sus ojos y sus orejas diminutas. No puedo pensar en un rostro más perfecto que el suyo y pues los lunares y el color y entramado del que resulta su piel, la cereza del pastel. Voy a decirle que su rostro serio me intimida y me preocupa, pero también me gusta. Nada de eso tiene reparo, es bello, es una consecuencia de que siga aquí. Es un milagro que le sienta en el tiempo sin mucha razón.

El atolladero viene cuando empiezo a querer esa risa para mí, esa piel para mi, ese rostro para mí. Cuando le extraño y añoro los besos y los abrazos, cuando atiendo a las palabras que debo naturalmente olvidar porque cuando salen de su boca ya no son suyas. La incomodidad sucede cuando me vuelvo egoísta y me incomoda su distancia, su lejanía, su silencio, cuando quiero ser el centro de su vida, cuando aspiro a su pleitesía y a reducirle a satelite mío. Cuando quiero que pregunte por mí, abogue por mí, sueñe conmigo, me mire, me toque, me hable, me ame. El lío es mi piel que le llama a gritos aturdido en la improbabilidad de que le escuches. La objeción es a que me exaspere su ceguera, su sordera, su mudez, su grosería que es suya y de nadie más, que no es mía y que por eso no me debería incomodar.

No hay razón para que lamente tanto no adueñarme de usted, del modo en que no me apoderé de los arreboles del martes, ni del mar con sus olas espumosas del último encuentro, ni del suelo de los páramos que visité, ni de la inmensidad de los campos, ni siquiera de las flores de mi jardín que van a su parecer.

Entonces por Zeus y Hera, Bochica e Inti, Tepeu y Gucumatz, por las fuerzas vivas del universo, que en adelante pueda simplemente amarle.





Comentarios

Entradas populares